No es una pregunta sencilla, aunque lo parezca. “¿Qué prefieres, un reloj mujer o un Polo?” A simple vista, podría parecer una cuestión trivial, incluso banal. Pero no lo es. Esconde una red de emociones, expectativas, vínculos afectivos y, sí, también un poco de marketing, cultura y sociedad.
Cuando escribo este artículo no lo hago desde la distancia fría del análisis impersonal. Lo hago desde la curiosidad —esa que me despierta cada vez que alguien intenta reducir los gustos femeninos a una fórmula mágica—. Porque claro, ¿quién no ha escuchado alguna vez eso de “a las mujeres hay que regalarles flores, perfumes y joyas”? ¿Y si lo que de verdad quieren es otra cosa? ¿Un detalle con carga simbólica? ¿Una experiencia que les hable al alma y no al escaparate?
Empecemos por aquí. Un regalo, en su esencia más pura, no es solo un objeto, es un mensaje. Es una forma de decir “te pienso”, “te valoro”, “te quiero” (o al menos, “te tengo presente”). Por eso, cuando alguien pregunta qué prefiere una mujer entre un reloj o polos mujer, lo que realmente está preguntando es: “¿Qué tipo de lenguaje emocional entiende mejor?”
Y no todas las mujeres hablan el mismo idioma.
El reloj, por ejemplo, puede simbolizar muchas cosas. Puntualidad. Elegancia. Control del tiempo. Responsabilidad. O incluso estatus. Hay quienes lo ven como una pieza clave del atuendo diario; otras, en cambio, lo consideran obsoleto en tiempos de smartphones. Pero hay algo que no se puede negar: un reloj de calidad, bonito y funcional, puede convertirse en una joya con historia, una especie de legado silencioso.
En cambio, el Polo (sí, hablamos de ese clásico perfume de Ralph Lauren) apela a otro registro. El olfativo. El sensorial. Es un regalo que va directo a los sentidos. Que puede ser seductor, evocador, íntimo. Es una apuesta por el “recuerdo líquido” —ese que, como diría Proust con su magdalena, nos transporta en segundos a otro tiempo, a otro lugar—. Regalar un Polo (u otro perfume) es regalar memoria.
Aquí entra en juego algo fundamental: la percepción de quien recibe el regalo. Un reloj puede ser interpretado como un símbolo de compromiso —una forma de decir “quiero que estés presente, aquí y ahora, conmigo”—. También puede leerse como una señal de madurez, de estabilidad, de deseo de construir algo duradero.
¿Y el perfume? El perfume es más íntimo, más arriesgado. No todos los olores encajan con todas las pieles, ni con todas las personalidades. Regalar una fragancia implica conocer profundamente a la otra persona, saber qué la define, qué la hace vibrar. Es un gesto que roza lo poético (aunque también puede ser un desastre si no se acierta con la elección).
Entonces, ¿qué regalo prefiere una mujer?
La respuesta, claro está, es: depende.
Para no quedarnos únicamente en lo subjetivo, echemos un vistazo a algunos datos interesantes. Según un estudio realizado por una conocida plataforma de e-commerce en España, el 62% de las mujeres encuestadas afirmó preferir regalos con valor sentimental frente a los de alto valor económico. Es decir, que la clave no está tanto en el precio como en el significado.
Dentro de los objetos materiales más valorados, el reloj aparece en tercer lugar, solo superado por los libros y las joyas. El perfume (¡ojo!) ocupa el quinto lugar, justo después de experiencias como cenas especiales o escapadas de fin de semana.
Esto nos lleva a pensar algo importante: el regalo ideal no es necesariamente uno u otro, sino el que mejor conecte con la historia personal, los gustos y el momento vital de quien lo recibe.
Decidí hacer un pequeño experimento antes de escribir este artículo. Consulté con amigas, colegas, familiares. Les lancé la pregunta sin más: “¿Qué prefieres que te regalen, un reloj o un Polo?”
Las respuestas fueron tan variadas como sorprendentes.
“El reloj, sin duda. Me encantan los accesorios que puedo combinar con mi ropa. Y además lo uso todos los días.”
— Laura, diseñadora gráfica, 34 años.
“El perfume, pero no cualquier perfume. Tiene que ser el mío, el que me identifica. Si no me conocen bien, prefiero que no se arriesguen.”
— María, profesora de literatura, 41 años.
“Depende de quién lo regale. Si es mi pareja, me encantaría un reloj bonito. Si es una amiga, prefiero algo más sencillo, como un libro o una experiencia.”
— Clara, arquitecta, 29 años.
Esta variedad de respuestas es reveladora. Nos dice que no hay una respuesta única ni correcta. Que regalar no es solo dar, sino también saber leer, interpretar, intuir.
Hay algo que me parece fundamental destacar. Muchas veces, nos preocupamos más por el valor del objeto que por la intención del gesto. Y lo cierto es que un regalo puede ser pequeño pero enorme, si viene cargado de afecto, de escucha, de presencia.
Un reloj bonito comprado a la ligera, sin saber si la otra persona lo necesita o lo desea, puede ser tan vacío como un perfume caro que jamás se usará. En cambio, un detalle modesto pero significativo —algo que hable de un momento compartido, de una risa, de una historia común— puede convertirse en un tesoro.
Entonces, ¿qué prefiere una mujer? Tal vez prefiera sentirse vista, comprendida, escuchada.
Por si aún hay dudas, dejo algunos consejos que pueden servir como brújula:
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